Quemad el caballo de Troya

Según Heródoto, la Guerra de Troya tuvo lugar en el año 1250 antes de nuestra era.

Todos recordamos, sin duda, la película que narra este hecho mitológico protagonizada por un joven Brad Pitt.

Durante diez años, los griegos, liderados por un infame Agamenón, asediaron la ciudad de Troya con el único objetivo de destruirla, borrarla del mapa por completo e imponer la hegemonía de su reinado por encima de cualquier atisbo de oposición.

Entre los múltiples duelos, heroicidades y demás sucesos famosos en esta guerra, hay uno que destaca por encima de todos: el famoso caballo de Troya. Ya que, gracias a esta treta ideada por Ulises, los griegos consiguieron engañar a los troyanos e infiltrarse en la ciudad escondidos en un caballo gigante de madera, hueco, que los propios troyanos resguardaron en el interior de sus murallas.

Gracias o, más bien, por culpa de este suceso (según a quién preguntemos), en nuestros días utilizamos «caballo de Troya» como sinónimo de una persona que pretende o busca destruir a un grupo, equipo, asociación o colectivo, desde dentro, formando parte del mismo.

Son muchas las cuentas que, en redes sociales, intentan hacerse pasar por personas de un partido político en concreto para criticarlo, atacarlo, y dañar así con más fuerza la organización. Son incontables las cuentas que en Twitter (X), por ejemplo, intentan atacar a Podemos, a sus cargos orgánicos y públicos e, incluso, a la misma militancia.

Las campañas de difamación son numerosas contra quienes levantamos la voz y no dudamos en criticar lo que nos parece inaceptable. No dudamos en decir la verdad y pelear por un proyecto político que consideramos imprescindible: el de Podemos.

Hay una campaña en marcha para silenciar a Podemos y destruirlo, ya que los morados son incómodos y su existencia supone un claro desafío político para Yolanda Díaz quien, como Agamenón, no duda en usar todos los medios a su alcance para asediar a la formación morada con la complicidad de quienes, desde los altavoces de la cloaca mediática, la ovacionan y vitorean.

Como advirtió el príncipe Paris en la escena de la famosa película, «hay que quemarlo». Sí, hay que quemar el caballo. No podemos permitirnos el lujo de acogerlo en Troya. Sin él, los griegos nunca superarán las murallas porque ningún troyano de verdad les abriría jamás las puertas a quienes buscan su destrucción.

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